Los animales cuentan y los humanos sacan cuentas

La siguiente es una pequeña recopilación de algunos artículos sobre las capacidades sensitivas y aritméticas de algunas especies animales, incluido el hombre, publicados por el profesor Antonio Vélez, matemático, autor de numerosos textos sobre evolución y asesor acedémico de Psicosapiens. En éstos se develan interesantes destresas, muchas de ellas inéditas, de algunos animales para sentir, para reconocer cantidades o para responder a pequeños estímulos, y también otras destresas, no tan inéditas, de los seres humanos para sacar provecho de las fascinación que estas destrezas produce en sus congéneres.

Aritmética elemental de las aves

Los etólogos que han realizado pruebas con animales entrenados para responder a diferencias numéricas han comprobado, con admiración, que son varias las especies irracionales que están dotadas para manejar en forma abstracta el concepto de número. De cierta manera que no entendemos muy bien, son capaces de contar en forma no verbal. Se ha revelado, por ejemplo, que las palomas pueden contar hasta cinco, los periquillos y cornejas hasta seis y los cuervos, cotorras y ardillas hasta siete. Aritmética infantil, pero, por lo que representa desde el punto de vista intelectual, una hazaña formidable, y una muestra incuestionable de inteligencia animal.

Entre todas las pruebas realizadas hay una muy sorprendente, pues en ella las aves han mostrado mayor talento que los hombres. Al proyectar sobre una pantalla varios puntos luminosos durante un intervalo de tiempo tan breve que no permite hacer el conteo en forma verbal, las aves aciertan el total de puntos con más frecuencia que los sujetos humanos. Aceptemos, entonces, con humildad, que no somos los mejores en todo, ni aun cuando ese todo se refiera a facultades intelectuales.

Olfatos superlativos
Grenouille, personaje central de la novela El perfume, muy leída en su momento, no tenía dificultad alguna para reconocer a las personas por su olor particular, aunque lo separasen de ellas varios kilómetros. Más aún, la fina nariz de Grenouille podía descomponer los olores en su arco iris de constituyentes básicos y particularizar su origen con toda precisión. Envidiable –no siempre– un olfato tan maravilloso. Sin embargo, no pasa de ser una mera fantasía, aunque original y atractiva. Se sabe que al evolucionar el cerebro de los primates antepasados nuestros, el bulbo olfativo comenzó a perder importancia y tamaño. El hocico se redujo considerablemente, y lo mismo ocurrió con el área y densidad de las terminaciones nerviosas sensibles al olor, localizadas estas en la parte superior de las fosas nasales. En la premura evolutiva, el olfato no quedó representado en la corteza cerebral; por tanto, dicen algunos, el olfato es más una sensación que una percepción. El resultado final estuvo a nuestro favor: se aumentó notablemente la capacidad de razonar, con detrimento del olfato, que pasó por tal motivo a ser un sentido de segunda categoría.

Pero fuera del mundo de los primates superiores, los olores siguieron teniendo una gran importancia adaptativa. El olfato de los perros ha sido ponderado universalmente. Y es que nuestros más fieles amigos poseen una capacidad olfativa que, en términos de sensibilidad, puede ser alrededor de un millón de veces superior a la humana. Son capaces los cánidos de detectar una sustancia disuelta en el aire cuando la concentración es apenas de mil moléculas por centímetro cúbico (esto equivaldría a diluir cien litros de la sustancia en todos los océanos del mundo). A un perro policía y a uno de caza les basta examinar un tramo no mayor a veinte metros de un rastro de olor, para descubrir de forma casi inmediata en cuál de las dos direcciones posibles marcha la presa. Y es que la mayor intensidad del olor en uno de los extremos del tramo examinado le indica al animal la parte más reciente y fresca de la huella, de lo cual infiere la dirección en que debe perseguir. Lo anterior es una proeza de detección de señales que difícilmente creemos, y que cae por fuera del alcance de la más refinada tecnología de estado sólido contemporánea.

Pero, no obstante su bien ganado prestigio en los asuntos del olor, el perro no es el campeón en esa especialidad. En efecto, existen varios competidores en el mismo reino animal que lo superan con holgura en algunas pruebas. Los salmones son conocidos por su rico sabor y por los absurdos esfuerzos que hacen para remontar la corriente y llegar a desovar, años más tarde, en los mismos riachuelos de montaña que los vieron nacer. Se cree que el salmón recuerda de por vida los detalles químicos de algunos puntos fijos del recorrido y puede localizar el sitio exacto donde transcurrió su primera infancia, gracias a su olfato prodigioso y a su increíble memoria de olores. Algunos opinan que el sentido del gusto, muy desarrollado también en esos peces, es partícipe del prodigio.

Y aunque uno se resista a creer, todavía hay mejores que el salmón. El caso más excepcional, quizá, de sensibilidad a los olores, lo proporciona la mariposa del gusano de seda. Algunos experimentos rigurosos han demostrado que los machos de estos dedicados hilanderos perciben el olor desprendido por sus hembras, aun a distancias cercanas a los quince kilómetros. Un hecho portentoso, si se tiene en cuenta que a semejante lejanía la concentración de la feromona expelida por la hembra es apenas del orden de unas pocas moléculas por centímetro cúbico. Maravillas de la evolución.

Un Einstein equino
Hace ya casi un siglo, la revista Nature publicó la siguiente nota sobre las hazañas de Hans el listo, un caballo inteligente, especie de Einstein con cascos: “Un comité representativo estudió las proezas del animal con el fin de conocer si eran mediadas por un truco, o si correspondían a poderes mentales del caballo”. El veredicto fue unánime a favor de la última opción, después de que Hans contestó, por medio de golpes dados con uno de sus cascos en el piso, todas las preguntas aritméticas que se le formularon. Cuando se exigió una respuesta verbal, el animal deletreó las palabras apoyando su nariz contra un tablero en el que estaba reunido el abecedario.

En las presentaciones públicas, los espectadores quedaban atónitos cuando Hans, a las patadas, sumaba fracciones –terror de los colegiales–, para lo cual indicaba con sus cascos primero el numerador y luego el denominador. Otra hazaña, no menos espectacular, era la capacidad de discriminar los colores (para mayor desconcierto, hoy se sabe que los caballos son ciegos al color). Pero lo que más impresionaba al público era que el caballo podía entender el alemán, y contestaba variedad de preguntas verbales. En cierta ocasión en que se le pidió qué describiera un objeto, el caballo fue señalando una por una las letras hasta conformar la palabra Schirm (sombrilla, en alemán).

El psicólogo berlinés Oskar Pfungst dedicó varios meses al estudio de Hans, hasta desvelar el gran secreto: el dueño y entrenador del caballo lo guiaba por medio de movimientos muy sutiles. Tan pronto se formulaba un problema, el dueño, de manera involuntaria, inclinaba ligeramente la cabeza, y con ello indicaba al animal que debía comenzar a golpear el piso con uno de sus cascos. Al llegar al número correcto de golpes, el interrogador echaba su cabeza ligeramente hacia atrás, señal que indicaba fin de tarea.

Pero había un detalle adicional: el amo usaba un sombrero de ala muy ancha que, según descubrió el psicólogo, servía para amplificar los pequeños movimientos de la cabeza. Por otro lado, caminaba sin parar y sin motivo aparente de un lado a otro mientras el caballo respondía, movimientos que enmascaraban aquellos que servían a Hans de claves de comienzo y fin. El caballo estaba adiestrado para no responder a ningún movimiento de las manos, y para hacer caso omiso de aquellos ejecutados en sentido horizontal: caminar, por ejemplo.

Para demostrarles a los escépticos que la explicación de los poderes metapsíquicos del caballo residían en reconocer movimientos involuntarios de muy pequeña magnitud, Pfungst regresó a su laboratorio en Berlín y allí practicó hasta dominar la técnica de Hans; luego la puso a prueba con gran éxito. Ante una pregunta como las que se le hacían al animal, Pfungst el listo respondía golpeando con la mano sobre una mesa, hasta que los movimientos involuntarios e inconscientes de sus ayudantes le indicaban que debía parar.

El dueño de Hans creía ingenuamente que su apreciado animal poseía una inteligencia casi humana, sólo que la carencia de un lenguaje verbal le impedía comunicarse directamente con los hombres. Se sospecha que era honesto, y que no era consciente de que con sus movimientos involuntarios transmitía información al animal, por lo que el cuadrúpedo resultó a la larga ser más listo que el bípedo.

Es lamentable para la psicología que el trabajo pionero de Pfungst se quedara en el olvido. Ninguno de sus contemporáneos fue capaz de reconocer que estaban frente a una importante investigación psicológica, y que lo descubierto por él, que la mente puede ejercer fuertes influencias totalmente subconscientes sobre aquellas tareas en que intervienen las manos, permitía explicar no sólo la notable “inteligencia” de Hans, sino también una multitud de fenómenos, entre ellos los movimientos de la ouija, instrumento usado por los espiritistas para comunicarse con los muertos, y la manera como los zahoríes descubren aguas subterráneas y revelan otros secretos del subsuelo.

Lady Wonder
En 1952, varios periodistas de la revista Life visitaron el establo de la señora Claudia Fonda, ansiosos por conocer a Lady Wonder, una yegua prodigiosa de 27 años, adiestrada por ella. A la entrada del establo había un letrero que decía: “La yegua Lady Wonder deletrea, resta, multiplica y divide, lee el reloj y responde preguntas variadas”. Y si lo anterior parecía poco, el animal también opinaba sobre temas generales, daba consejos personales, leía la mente de los visitantes y, lo más extraordinario de todo, predecía el futuro. Sobra decir que la ciencia se encontraba frente a uno de los enigmas más indescifrables y ante uno de los cerebros más sensacionales jamás conocidos, esta vez instalado en la cabeza de un humilde solípedo. El establo estaba abierto para el público, pero se debía pagar una pequeña suma, despreciable si se la comparaba con la oportunidad de presenciar semejantes prodigios.

Al llegar al sitio de la demostración, los periodistas se encontraron con una yegua vieja parada frente a un extraño artilugio formado por andamios y palancas, especie de máquina de escribir para caballos, que le servía al animal para responder las preguntas que el público formulaba. Bastaba que la yegua apretara su hocico contra una de las palancas para que saltara a la vista el número o la letra correspondiente. Las preguntas se le hacían directamente a la dueña, quien, sin decir esta boca es mía y, aparentemente, sin hacer ningún movimiento, las transmitía de manera paranormal al equino; en otras palabras, existía una comunicación secreta e íntima entre damas: Lady Wonder leía la mente de Lady Fonda. Aclaremos que durante el tiempo que duraba la demostración, la dueña permanecía de pie, a la izquierda del animal, con un “inútil” látigo entre sus manos.

Cuatro años después de la visita de los periodistas de Life, un mago profesional, haciéndose pasar por fotógrafo, presenció una demostración privada de Lady. En una de las pruebas, y mientras el visitante permanecía a prudente distancia del animal, se le entregó un lápiz y una hoja de papel sobre la cual podía escribir los números que deseara. Todo estaba dispuesto para que ni la yegua ni la señora Fonda pudiesen ver lo escrito. No obstante el doble ciego anterior, digno de los laboratorios más rigurosos, cada vez que se interrogaba a la yegua maravillosa acerca del número escrito por el mago, de inmediato aquella accionaba el rústico teclado equino y producía la respuesta correcta. Cabe destacar que la yegua sólo lograba un éxito total cuando estaba presente la señora Fonda; esto es, parecía capacitada para leer sólo el pensamiento de su dueña, restricción por demás sospechosa.

Después de las primeras demostraciones, el mago fingió que dibujaba un 8, pero sólo apoyó el lápiz sobre el papel en una parte del recorrido, de tal suerte que en la hoja quedó escrito un 3. Lady se puso inmediatamente en acción frente a su máquina y señaló el 8, lo que permitió al mago deducir que la señora Fonda no sólo era una extraordinaria adiestradora de animales, sino que también era un portento para ejecutar un truco muy conocido por los ilusionistas, llamado lectura del lápiz. Es simple, pero exige cierta experiencia: se deben interpretar o “leer” los movimientos del extremo superior del lápiz y de ahí deducir lo escrito (el tramposo de Uri Geller es un experto en esa materia). El mago aclaró al fin el misterio de los poderes metapsíquicos de Lady Wonder: la dueña guiaba al animal por medio de imperceptibles movimientos del látigo, que no era tan “inocente”. Y es que la yegua estaba adiestrada para recorrer de un extremo a otro su improvisada máquina de escribir y detenerse tan pronto recibiera la señal correspondiente; en ese punto accionaba la palanca. Otra vez más la inteligencia humana al servicio del engaño.

Fuente: Homo sapiens (Villegas editores, 2006).

¡Esos estúpidos pájaros!


Por: Juan José Hoyos*

Salgo a caminar temprano. El cielo está gris y cae una llovizna helada. Este no es el cielo de mi ciudad, pienso. En el balcón de un apartamento vecino, una lora ya está despierta y dice, una y otra vez: ¡Qué rico! ¡Qué rico! Sus gritos se escuchan a una cuadra. Cuando regreso, sigue gritando.

El abuelo que ha sacado a pasear a su nieta se ríe a carcajadas. La niña dice que esa lora está loca. Una mujer carga en sus brazos un niño que llora. Camina, tratando de calmarlo. Cuando pasan junto al balcón, la algarabía de la lora lo apacigua y se duerme. Yo abro la puerta de mi casa riendo, como el abuelo y la niña.

Amo a los loros. Creo que son muy inteligentes. Por algo los neurólogos dejaron de estudiar la inteligencia animal en los primates, nuestros primos, para estudiarla en los loros. Según ellos, la cacatúa negra es uno de los animales más inteligente que habita sobre la Tierra. Ahora están estudiando el cerebro de animales más pequeños, menos locuaces y al parecer más inteligentes o más astutos que los loros.

¡Vaya uno a saber qué es la inteligencia!
Un científico de la Universidad de Cambridge, por ejemplo, reveló a la BBC que los cuervos, los grajos, las cornejas y los arrendajos son los animales más inteligentes. Su inteligencia se desarrolla en la convivencia con otras especies, en un ambiente en el que hay que ser veloces para reconocer individuos, formar alianzas y fomentar relaciones, porque esa es la clave para hallar comida. Para sobrevivir, estos pájaros son capaces hasta de cometer pequeños engaños. Si están siendo observados, esconden su alimento pero también hacen escondites falsos, de manera que hunden el pico en la tierra pero no dejan nada ahí. Es su estrategia para confundir a otros pájaros hambrientos.

En otra investigación, Russell Gray, de la Universidad de Auckland, descubrió que los pájaros fabrican herramientas. Gray dijo que hacen unas cosas realmente complejas: «Los hemos visto en su hábitat tomar entera una rama de un árbol, quitarle las ramas laterales y afilar la punta para hacer un gancho y cazar larvas». También se les ha visto usar otras herramientas para atrapar los alimentos. Gray descubrió, por accidente, que un pájaro al que llamaron Betty era capaz de hacer cosas increíbles: entre los alambres que le presentaban en la investigación escogía el alambre torcido para buscar su comida. Más tarde Betty dejó mudos a los investigadores cuando escogió un alambre derecho y luego usó su pico para doblarlo. Cuando hicieron más pruebas presentándole sólo alambres derechos, los dobló varias veces para hacer ganchos. Luego, hizo herramientas para alcanzar su alimento con pedazos de aluminio, doblándolos, acortándolos o alargándolos.

Luis Lefevre, en cambio, concluyó que los pájaros más inteligentes son los cuervos, los halcones, los pájaros carpinteros y las garzas. Su lista de inteligencia fue elaborada teniendo en cuenta el grado de innovación exhibida ante los retos de la subsistencia. Para el, los pájaros más innovadores son los cuervos. «En Zimbabue, los buitres en campos minados esperan a que pasen animales herbívoros y mueran como consecuencia de las explosiones para aprovechar la situación y conseguir su comida», dijo. Claro que «de vez en cuando uno de esos buitres cae en su propia trampa y muere».

Científicos alemanes descubrieron que las urracas pueden reconocerse a sí mismas en un espejo. Hasta hace poco, se pensaba que sólo los seres humanos eran conscientes de sí mismos frente al espejo. Ahora, ya se sabe que la mayoría de los chimpancés, los orangutanes, los delfines y los elefantes pueden reconocer su propio reflejo.

Los experimentos más impresionantes se han realizado con una especie de arrendajo. Estos pájaros esconden cada año miles de trozos de comida, y recuerdan dónde han escondido cada uno. Según Nicola Clayton, de la Universidad de Cambrige, esto no es posible sin recordar no sólo el lugar del escondite sino la experiencia de esconderlo. Es la llamada memoria episódica. Los arrendajos no se comportan igual cuando, al esconder comida, son observados: si hay otro pájaro cerca mirando, a las pocas horas suelen volver al escondite, sacar la comida y llevársela a otro sitio. Se ha comprobado, pues, que los arrendajos tienen memoria episódica e imaginan el futuro, como nosotros.

La relación del hombre con los animales y la Tierra ha sido de menosprecio durante siglos. Hoy las cosas están cambiando. La ciencia ha acudido a los animales para tratar de comprender su relación armónica con la Tierra, su inteligencia.

Y lo está logrando con la ayuda de pájaros tan humildes como el arrendajo. La humanidad sigue atenta a todos estos descubrimientos. Los empresarios voraces, los gobernantes y los políticos corrompidos de los países más atrasados, no.

Ellos creen que lo saben todo y que pueden transgredir incluso las sabias leyes de la naturaleza. Y piensan que los ciudadanos y los pájaros somos estúpidos, como ellos.

Fuente: El Colombiano

*Escritor y periodista colombiano. Premio de Periodismo Germán Arciniegas

La anorexia y la bulimia han opacado otros peligrosos problemas de salud pública

Ríos de tinta han corrido recientemente por estos lares provenientes de la administración municipal advirtiendo de los peligros de la Anorexia Nerviosa y la Bulimia para las jovencitas de la ciudad. Nadie niega esos peligros, pero más peligroso aún parece ser que este tipo de enfoque monotemático ha hecho casi invisible otros peligrosos problemas de salud pública, entre ellos el sobrepeso y la obesidad.

Las cifras que se publican en la versión oficial hablan de una de cada tres mujeres con problemas de anorexia nerviosa o bulimia en la ciudad de Medellín. Caso supremamente extraño para mi pues en mi trabajo clínico en colegios y universidades no he podido corroborar esta cifra que mas bien parece acercarse al estándar mundial, aunque posiblemente sea un poco mayor, de cerca de un 5% de la población femenina, pero debo reconocer que mi observación simple no reemplaza un estudio estadístico juicioso.

En cambio, según datos de la Organización Mundial de la Salud, el sobrepeso y la obesidad si alcanzan entre ambos más de un 30% de la población mundial. Datos que paradójicamente muestran que el sobrepeso y la obesidad afectan en general más a la población femenina que a la masculina. (http://www.who.int/infobase/report.aspx?rid=118). En el caso de Colombia, se estima que cerca de 12 millones de personas padecen estos males con lo cual nuevamente estamos cerca del estándar mundial y lo peor es que hacemos muy poco para prevenir su aparición y tratar su padecimiento.

Bajo el punto de vista de la psicología de la evolución es esperable que suceda con mayor facilidad el sobrepeso y la obesidad que la anorexia y la bulimia. Los primeros males son fruto de un organismo como el nuestro diseñado para sobrevivir en la dura selva o en la estepa africana, por lo cual consume toda la energía posible con el fin de almacenarla y, lo que hoy no sucede con mucha frecuencia, usarla luego en largos períodos de hambruna. Los segundos, la anorexia nerviosa y la bulimia, son consecuencia de desórdenes nerviosos multicausales que no deberían afectar significativamente al grueso de la población.

Sin embargo algunos (y algunas) defienden la idea de que la anorexia es el resultado de una sociedad machista que manipula a las mujeres a través de los medios masivos de comunicación y la publicidad troquelando sus mentes y sus cuerpos. Es indudable que muchas veces los modelos de belleza patrocinados son poco sanos y realistas pero de ahí a considerar que en sociedades “más avanzadas” que la nuestra casi nunca se presenta la anorexia en proporciones semejantes o que esta triste enfermedad casi no existía antes de los mass media, hay un largo trecho.

Oliverio Toscani, fotógrafo reconocido a nivel mundial por sus irreverentes campañas para Benetton, decía recientemente al ser interrogado sobre una campaña diseñada por él mismo contra la anorexia: “la moda generalmente es hecha y diseñada por homosexuales y a ellos no les interesa para nada la mujer, al contrario, quieren que sus modelos sean flaquísimas para que no opaquen sus diseños”. No creo necesariamente que la anorexia sea culpa de los homosexuales o la moda, pero tampoco creo que sea responsabilidad de los hombres heterosexuales.

Y no son sólo el sobrepeso y la obesidad, También están la hipertensión, el estrés, la diabetes, que podría prevenirse en muchos casos, la desnutrición infantil, el cáncer de seno, de próstata, el cigarrillo, las drogas, el consumo de alcohol y las prácticas sexuales de riesgo, sólo por citar algunos ejemplos, en los que podría hacerse un mejor trabajo de profilaxis y educación pero que se reducen casi siempre a unos pocos esfuerzos aislados.

Considero que la salud pública es responsabilidad de todos y todos debemos participar de este debate, con cifras y datos reales en la mano que nos permitan diseñar programas que enfrenten los problemas de toda la población y no sólo de una de sus partes. No dudo de la importancia de prevenir la extrema delgadez pero creo que hay muchos otros frentes por los cuales trabajar por el bien de todos y para que no quede la impresión de que en vez de la salud pública, lo que realmente interesa a sus emisarios es promocionar otra idea igualmente extrema, esta vez ya no comercial pero sí política.

La evolución de la vida y la mente

El pasado jueves 12 de febrero celebramos 200 años del natalicio del naturalista inglés Charles Darwin, cuya teoría de la evolución de las especies cambió para siempre nuestra concepción sobre el camino que ha recorrido la vida en el planeta. Ya nuestros antepasados habían intuido que algo así sucedía al seleccionar sus mejores animales o plantas para domesticarlos y cultivarlos, pero fue Darwin, y de forma casi simultánea e independiente Alfred Russell Wallace, quienes evidenciaron y sistematizaron este proceso.

En pocas palabras, lo que postularon Darwin y Russell Wallace fue que todas las especies vivas de la tierra han evolucionado a través del tiempo partiendo de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural. Este proceso funciona a partir de dos grandes fuerzas que se complementan. Una interna que genera variabilidad, es decir, multiplicidad de organismos, y otra externa que genera presión ambiental sobre estos organismos, seleccionando en el largo plazo a aquellos que posean una mayor eficacia reproductiva.

De ese mismo modo se debieron seleccionar ciertos repertorios, comportamientos y formas de interpretar el mundo que resultaron mas eficaces para adaptarse al medio o nicho ecológico y reproducirse exitosamente en él. Así que no es gratuito que pensemos como pensamos y que actuemos como actuamos,. En realidad, una parte muy importante de las decisiones que tomamos todos los días, no sólo nosotros sino también otros animales, está guiada por algoritmos cerebrales de origen primitivo.

A algunos les molesta o consideran inadecuada esta comparación permanente del hombre con la animalidad, otros incluso la consideran una herejía, pero lo cierto es que actualmente no se han encontrado pruebas fehacientes que refuten los postulados básicos darwinistas. Así lo afirma Héctor Abad Faciolince en la edición 1288 de la revista Semana: “De las tres grandes especulaciones científicas del siglo XIX –el marxismo en economía, el Freudismo en sicología y el darwinismo en biología- solamente sigue en pie (y cada vez con más comprobaciones y prestigio) la teoría de la evolución de Darwin. Se la ha aplicado con éxito a muchísimas especies vivas, y sin ella no se entenderían ni las variaciones del genoma ni la supervivencia de las secuoyas ni la trompa de los elefantes. Pero por lo menos hasta la segunda mitad del siglo pasado se vio siempre como una herejía inadmisible el intento de aplicarla también para la comprensión de los motivos más hondos de la mente y la sicología humanas”.

Así entonces, el modelo darwiniano de la evolución vuelve hoy, a 200 años del natalicio de Darwin, a las ciencias humanas después de un largo período de olvido en el que se creían ya agotadas sus explicaciones e implicaciones, para aportarnos un nuevo punto de vista sobre el hombre y su mente, ya no desde la especulación hipotética sino desde la comprobación empírica y deductiva. Las ideas y el pensamiento, también continúan evolucionando.