«La posibilidad de recrear un rostro es tan rica como subjetiva»: Brian Joseph Davis


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
El cofundador del website literario Joyland, Brian Joseph Davis descubrió una herramienta en internet para ayudar a realizar retratos hablados, llamada Faces ID, disponible en internet para realizar retratos y decidió usarla para crear The Composites: un blog de rostros de personajes literarios generados a partir de sus descripciones.

La revista El Malpensante hace referencia al tema en su edición 130, en el artículo Retratos hablados y dice que el autor desarrollo su interés a raíz de novelas policiacas como Mis rincones oscuros de James Ellroy y Zodiac de Robert Graysmith, en donde se confirma que, tanto en la ficción como en el intento de reconstruir una historia real, la posibilidad de recrear a un personaje es tan rica como subjetiva.

«El resultado es una reinterpretación –una entre muchas posibles–, una nueva lectura a través de la imagen», dice el texto. Una interesante afirmación que apoya nuestro estudio sobre si funcionan los retratos hablados en el que sostenemos que son tantas las variables que intervienen en la construcción de un retrato hablado, que solo debe ser tenido en cuenta como un indicio y nunca como una prueba judicial.

La vida sexual en la Unión Soviética

Álvaro Corazón Rural hace un interesante recorrido por la vida sexual se los soviéticos durante mitad del siglo XX para evidenciar como el sistema político e ideológico tiene una fuerte influencia, no solo en la vida pública sino también en la vida privada de los Homines sapientes. A ontinuación reproducimos unos interesantes apartes de su texto, convencidos de que servirá para reflexionar sobre el papel de la psicología en tiempos de absolutismos y totalitarimos como los que, lejos de desaparecer, han comenzado de nuevo a estar más presentes que nunca en el mundo en que vivimos.

«En la época de Stalin la frigidez femenina era un fenómeno masivo. Conviene recordar a tal fin que la mejor manifestación de feminidad quedaba inmediatamente catalogada como decadente y burguesa. Si una mujer usaba lápiz de labios o se atrevía a lucir prendas abigarradas, ya podía estar segura de sufrir las agresiones verbales de los transeúntes y de tener que presentarse en una reunión de las juventudes comunistas o del sindicato, donde la censuraban. Si a este factor ideológico le añadimos la tradicional docilidad y el aplastamiento de la mujer, comprenderemos cómo ha podido ocurrir que una actitud indiferente con respecto al sexo haya llegado a ser un modelo de comportamiento femenino».

La famosa filósofa y activista francesa Simone de Beauvoir había iniciado una campaña para exigir la liberad del médico endocrinólogo Mijail Stern, miembro del Partido Comunista, condenado a trabajos forzados en un campo de concentración soviético. Estaba acusado de recibir sobornos y envenenar niños (sic), además de no disuadir a su hijo de que emigrara a Israel, como le había pedido el KGB que hiciera. En marzo de ese año fue puesto en libertad y obtuvo permiso para salir de la URSS con su familia. Dos años depés, en París, publicaría su libro sobre la vida sexual en la Unión Soviética.

«La vida sexual en la Unión Soviética no es un análisis como La tragedia sexual americana de Albert Ellis, un trabajo que era el resultado de un estudio metódico de la cultura popular, estadísticas fiables y encuestas a grupos de pacientes. La obra de Stern es un compendio de recuerdos y deducciones sin más rigor científico que el de la propia experiencia de este médico en la URSS. Está, además, escrito desde las tripas. Su autor, que ya soportó la represión estalinista, estaba recién salido de un campo de concentración en los 70, por lo que no le tenía mucha simpatía precisamente al comunismo en ese momento».

Y continúa Corazón más adelante, afirmando:

«Eso sí, antes, hay que tener en cuenta lo que supuso la Revolución rusa. Con los bolcheviques, el país pasó en gran parte de su territorio del feudalismo al desarrollo industrial en un plazo muy breve de tiempo. La mentalidad campesina seguía presente en una población que tenía que demostrar al mundo que estaba formada por hombres de una nueva sociedad. Este proceso, el cambio que se llevó a cabo, se hizo a base de propaganda, adoctrinamiento y represión».

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Asevera el autor que el destape propiamente dicho, no se produjo hasta la llegada de Glasnost de Gorbachov, cuando empezó a circular pornografía libremente, y aparecieron por primera vez desnudos en televisión pero ya había existido entre los rusos ancestrales, una convivencia más o menos normal con el sexo sin una carga exagerada de culpa, como si secedía en las comunidades judiocristianas de la época de principios de siglo.

«El sexo no era considerado como una actividad culpable entre los campesinos rusos. Existían múltiples canciones populares de carácter sexual e incluso fiestas aldeanas donde se llegaba a relaciones libres entre ambos sexos. Tampoco estaban mal vistas en algunos casos las relaciones preconyugales. Pero todo en el contexto de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo.

El domostroi, una especie de regla de vida doméstica del siglo XVI, recomendaba al marido azotar a la mujer, evitando en la cabeza o las partes sensibles del cuerpo. Pegar a una mujer una realidad tan corriente que incluso algunas canciones populares lo enaltecían.

«Cuando llegó la ruptura, durante los primeros meses de la revolución leninista, en los años 20, hubo un periodo de locura colectiva. La subversión política y económica, con el hundimiento de las instituciones tradicionales, llegaba también de la mano de un deseo de liberación sexual. Hubo manifestaciones de nudistas. Se crearon ligas del amor libre. La juventud estaba exaltada.

El malestar entre los dueños del cotarro tampoco tardó en notarse. Había un problema que superaba incluso el disgusto de los campesinos y sus formas de vida tradicionales: el dominio de la población y el mencionado cambio al “hombre nuevo”. Desde el poder, empezaron a llegar señales conservadoras con, por ejemplo, la definición de la sexualidad desde una óptica ideológica:

Sentir atracción sexual por un ser que pertenezca a una clase diferente, hostil y moralmente ajena, es una perversión de índole similar a la atracción sexual que se pudiera sentir por un cocodrilo o un orangután. (ZalkindRevolución y juventud, 1925)».

La medicina oficial soviética comenzó a repetir con obstinación que el despertar sexual de la mujer se daba después de nacer el primer hijo cuya incongruente afirmación no pretendía remediar la frigidez uq ehbá comenzado a aparecer, sino más bien estimular la natalidad decreciente, lo que era un grave problema para el crecimiento industrial y económico de la nueva nación.

«Los hijos tenían que ser pioneros, prestarle juramento al régimen, y el padre un dechado de virtudes “hiperproletarias” que “no hace apenas el amor y suele relegar incluso el amor platónico a un mañana mejor”. Amar a tu media naranja era egoísmo propio del pasado reaccionario. La pareja, la familia, se asentaba en el amor al radiante porvenir.

Los roles, por ridículos que pudieran parecer, se mantenían con la intervención del Estado en todos los órdenes de la vida mediante la delación. Había cónyuges que se denunciaban entre sí. A un niño que denunció a su padre durante la colectivización, Pavlik Morozov, se le levantaron estatuas por todo el país. Los vínculos familiares y el occidental amor romántico pasaron a ser un engendro de relaciones ideológicas y “amor de clase” bastante poco realista con las pulsiones humanas».

 

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Pero al igual que en los barrios marginales de las ciudades Latinoamericanas, un punto determinante para explicar las dificultades que experimentaba la vida sexual de los soviéticos era el problema del acinamiento en la vivienda. Durante muchos años la mayoría de la población de las ciudades compartía apartamentos donde, en cada habitación, residía una familia entera. Esto acarrea claras dificultades para los encuentros íntimos. Las parejas tenían que buscar el momento en el que los abuelos se iban de paseo con los nietos para sostener relaciones sexuales.

«Los cementerios, los parques y los taxis, a cambio de una botella de vodka para el conductor, se convirtieron en los picaderos habituales de las parejas menos doblegadas por la propaganda y el adoctrinamiento sexual.

Al mismo tiempo, muchos ciudadanos tenían miedo de las apariciones nocturnas de la policía en los domicilios. Un pánico que, si les había tocado alguna vez, no olvidaban jamás. Stern detectó que este estado de ansiedad había llevado a la impotencia a muchos hombres. Y en las mujeres, frigidez. Incluso un síntoma curioso, que los músculos vaginales experimentaran una contracción súbita al más mínimo sobresalto durante el acto y la pareja se quedaba “pegada”.

Además, con este panorama, los manuales médicos soviéticos más acreditados recomendaban sexo no más de una vez al día y con una duración tampoco superior a un minuto. Gustarse haciendo el amor podía causar problemas mentales, advertía la medicina de aquel tiempo. Por no haber, no existía ni traducción para la palabra “orgasmo”, se decía un triste y proletario “terminar”.

Besarse en la calle equivale a cometer una porquería. Permitirse fantasías eróticas en las técnicas sexuales supone convertirse en adepto del marques de Sade. Prolongar la duración del acto sexual es jugar con fuego y arriesgarse a los más graves trastornos neuróticos.

De este modo, varias generaciones de soviéticos vivieron sin intimidad, con la tensión propia de un estado policial y martilleados por la propaganda, desconocíeron prácticamente todo sobre su cuerpo y la salud sexual y reproductiva. Un acontecimiento no poco significativo para la vida de millones de personas, que padecieron la desaparción casi total de su intimidad, a manos de un régimen totalitario, que en aras del amor común, acabo no solo con las expresiones del amor de pareja sino también con las del mismo amor comunitario que pregonaba.

 

Interesante experimento sobre retratos hablados


La agencia de publicidad Ogilvy Brasil desarrolló esta interesante campaña para su cliente Dove, en el que enfrenta la imagen que tienen un grupo de mujeres con la imagen que tienen el resto de personas. En este pueden verse las diferencias de las percepciones propias y ajenas sobre ellas mismas, muy a propósito de nuestra investigación de hace años sobre los retratos hablados y la entrevista con el director regional de morfología forense en la Fiscalía regional de Antioquia y Chocó.

Eugenesia y Estado


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
El desarrollo del positivismo en el siglo XIX trajo como consecuencia, entre otras cosas, el planteamiento de la Teoría de la Evolución por Selección Natural por naturalista inglés Charles Darwin y de las Leyes de la Herencia, que luego darían origen a la Genética, por el monje agustino Gregor Mendel. Ambos descubrimientos, fruto de la visión empírica, volverían protagonista a la biología, la cual comenzó a hacerse visible y, en consecuencia, a tener serias implicaciones políticas en sus interpretaciones. Una de estas interpretaciones germinaría en la propia familia de Darwin, a través de su primo materno Francis Galton, con el nombre de eugenesia.

En este ensayo me propongo rastrear la evolución del concepto de eugenesia y evidenciar que sus implicaciones sociopolíticas continúan vivas en la aurora del siglo XXI como fruto de su configuración en el siglo XIX a partir de la idea política del Estado-Nación moderno y de una interpretación entusiasta, aunque no necesariamente válida, de las ideas darwinianas. Para ello me apoyo en la psicología evolucionista y la sociobiología, dejando a la moral por fuera de la discusión inicial con el fin de abordar el concepto con las menores prevenciones posibles.

El origen de la palabra eugenesia proviene de dos voces griegas: eu, que significa bueno, y genesia, derivada de gene, que significa engendrar, dar origen, nacer; en otras palabras su etimología obedece a buen origen o engendrar bien. El padre de la eugenesia, Francis Galton, la define como: «El estudio de los agentes bajo control social que pueden mejorar o empobrecer las cualidades raciales de las futuras generaciones, ya fuese física o mentalmente«. Una interesante definición adicional proviene del Segundo Congreso Internacional de Eugenesia, celebrado en 1921 según la cual eugenesia es «la autodirección de la evolución humana».

Sin embargo el uso del término esta lejos de poseer un consenso en su uso y acepciones pues históricamente ha estado relacionado con conceptos tan diversos como salud pública y economía social, control natal y racismo, aborto y eutanasia o discriminación e ingeniería genética. Pero tal vez la idea más poderosa con la que actualmente se asocia a la eugenesia es la del Nacional Socialismo Alemán que gobernó a Alemania entre 1933 y 1945. Esto hizo que la eugenesia tuviera un tratamiento antes de la Segunda Guerra Mundial y otro muy distinto después, al punto que la hasta entonces respetada asociación Eugenics Quarterly debió cambiar su nombre en 1969 por Social Biology.

La idea de la eugenesia como política Nazi, en favor de los alemanes y en perjuicio de los judíos, parece haber desvirtuado el concepto al asociarlo con una ideología política antiliberal y además perteneciente al bando perdedor de la última gran guerra mundial. A este fenómeno se le conoce en psicología como falacia de asociación y consiste en inferir que las propiedades de un objeto o una cosa se corresponden totalmente a las de un grupo debido a una característica particular. De este modo si la idea alemana de dominar el mundo tuvo entre sus postulados la generación de una raza superior, exterminando cruelmente a cerca de seis millones de judíos, entonces la eugenesia es deudora directa del holocausto.

A pesar de ello, la idea de selección artificial de seres humanos no es nueva. La patria griega tenía como uno de sus vértices la doctrina platónica, expresada en La República, que rezaba: «deben procurar los magistrados seleccionar los hombres y las mujeres, procurando que los enlaces de los mejores sujetos de uno y otro sexo sean más frecuentes y, al contrario, los de los peores muy escasos» y añade «Además deben criarse los hijos de los primeros, y no de los segundos, si se quiere que el rebaño venga a ser de los más aventajados». Antiguamente también se pudieron ver ejemplos eugenésicos en los espartanos donde se abandonaban fuera de la ciudad a los recién nacidos que daban señales de debilidad, y actualmente en pueblos como los brahamanes donde se da muerte a los recién nacidos con deformaciones o señales de enfermedad.

En los animales también parece darse un fenómeno, si no igual, por lo menos muy similar. Tanto en insectos, como peces y aves, las crías deformes o enfermas son depreciadas por sus madres quienes no las alimentan o las abandonan. Entre los leones aparece otra variación consistente en generan el aborto de los fetos ajenos, por medio de la copula con la hembra, procurando así que sean los propios genes y no los de otro, los que sobrevivan. Varios estudios realizados por el primatólogo Yukimaru Sugiyama en los monos langures han revelado que el infanticidio, o abandono por defectos congénitos, también es común en esta especie.

La época victoriana inglesa fue crisol de este tipo de ideas y de ella fue hijo Francis Galton que nació en familia tradicional y conservadora perteneciente a los cuáqueros (secta puritana). Su padre quiso que fuera médico pero su vocación le llevó primero al mundo de las matemáticas y luego al estudio de la geografía y la meteorología. Cuentan sus biógrafos que luego de atravesar una crisis nerviosa encontró en el libro El origen de las especies, escrito por su primo Charles Darwin, la inspiración necesaria para sobresalir al elaborar su propia doctrina basada en el estudio de los mecanismos para lograr el perfeccionamiento de la raza humana.

La eugenesia hallaría terreno fecundo en la visión pragmática y utilitarista de personajes como Alexander Graham Bell, George Bernard Shaw y Winston Churchill, quienes abiertamente expresaron su simpatía por el mejoramiento de la raza humana por medios directivos. El primero desarrolló su adhesión al concepto, luego de descubrir que ciertos tipos de sordera eran de naturaleza hereditaria y por lo tanto recomendó la prohibición del matrimonio entre sordos con el fin de evitar la propagación de esta limitación en la raza humana, a pesar de que el mismo estaba casado con una mujer sorda.

Igualmente como muchos otro eugenesistas, Graham Bell propuso controlar la inmigración con fines de evitar la decadencia de la raza anglosajona. Y al parecer sus propuestas tuvieron eco pues esa fue una de las principales denuncias del famoso paleontólogo evolucionista Stephen Jay Gould, quien afirmaba que las restricciones sobre la inmigración aprobadas en los Estados Unidos durante los años 1920, y solo derogadas 45 años después, estuvieron motivadas por el deseo consciente de excluir a las razas consideradas inferiores del acervo genético norteamericano.

Aunque la eugenesia no goza de prestigio en la comunidad científica actual, que la considera más bien como una pseudociencia a pesar de procurar criterios de la cientificidad como la certeza, la exactitud y la utilidad, no cesan los intentos por reavivar el debate. Uno de ellos apreció en 1974 por medio del bioético Joseph Fletcher que acuñó el término eugenesia liberal o nueva eugenesia para designar el estudio de técnicas no coercitivas con fines reproductivos y genéticos cuyo fin sería el de reducir el papel del azar en la reproducción, minimizando las enfermedades congénitas y facilitando las mejoras genéticas supuestamente por medio del ejercicio libre de los derechos sexuales y reproductivos y no por medio de políticas públicas obligatorias.

Pero EEUU y Alemania no fueron el únicos en aplicar esta doctrina. Canadá también llevó a cabo miles de esterilizaciones forzosas a finales de los años 1960 y principios de los años 1970. Suecia esterilizó en los últimos 40 años del siglo XX a cerca de 62.000 personas sin su autorización, principalmente enfermos mentales pero también minorías étnicas y raciales. Algunos países europeos continúan realizando programas de salud pública para esterilizar a personas con déficit cognitivos y Singapur se vinculó a la practica de la eugenesia positiva, promocionando el matrimonio entre egresados universitarios con la esperanza de que engendrarían mejores hijos. Un parangón actual es el de Turquía que aún no logra ingresar a la Unión Europea, a pesar de cumplir con todos los criterios para ser miembro, por el temor a que los islamistas invadan la Unión.

Todo lo anterior no habría sido posible sin el advenimiento de la modernidad a través de lo que Michel Foucault llamaría el Biopoder. Este germinaría al interior del Estado moderno, heredero del Estado Nación, en el cual la vida busca ser regulada, protegida, diversificada y expandida, y para ello se establecen criterios mensurables de la vida tales como la natalidad, mortalidad, morbilidad y movilidad en los territorios, de modo que sea posible manejar los grupos humanos en el vector deseado por medio de políticas públicas, que ajusten los fenómenos poblacionales a los deseos de la Biopolítica.

En el caso de la eugenesia, estos criterios científicos «indiscutibles» pretendieron en el siglo pasado, y aún pretenden en el actual, homogenizar en Latinoamérica las razas endémicas, teniendo como cenit al modelo anglosajón. Caso relevante fue el de la política de Trasplante poblacional que enunciaron en argentina Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi bajo un ideal progresista, científico y civilizador, abogando por mejorar el acervo racial mediante la implantación de una nueva educación, fomentando la inmigración y erradicando todo asomo de pensamiento indígena, criollo o español pues consideraban que éste no se adaptaba a la modernidad.

El asunto entonces entraña los riesgos de la interpretación y de la obligación pero suponiendo que estas mejoras genéticas fueran voluntarias, seguiría habiendo una seria dificultad para establecer con certeza los rasgos hereditarios óptimos sin caer en la ideología o la cosmetología. Aunque la idea inicial de los eugenesistas ha sido la de mejorar la inteligencia, también se han propuesto otro tipo de «mejoras» tendientes a fomentar algunos biotipos y descartar algunas mutaciones genéticas consideradas como nocivas.

¿Cómo diferenciar lo nocivo y lo ventajoso? Algunas mutaciones como la hemofilia y la enfermedad de Huntington, consideradas como defectos genéticos, son desventajosas en unos contextos pero ventajosas en otros. Este también es el caso de la anemia falciforme y la enfermedad de Tay-Sachs, que en su forma heterocigótica pueden ofrecer una ventaja contra, la malaria y la tuberculosis respectivamente. Tampoco podría afirmarse a ciencia cierta que hayan razas superiores o inferiores ya que la evolución de los fenotipos se debe precisamente a las ventajas adaptativas que ofrecían características como estatura, color y rasgos para los contextos ambientales en los que evolucionaron.

Así que la eugenesia parece engendrar una peligrosa ilusión de dominio y control de las variables evolutivas. En ecologías estables se podría afirmar que hay unos rasgos relativamente desventajosos, por ejemplo ser albino en la estepa africana o pigmeo en ambientes que requieren estaturas significativas. Igualmente hay mutaciones, llamadas enfermedades, que parecen ser absolutamente desventajosas para quien las porta, independiente de su contexto (la evolución es ciega y no busca ventajas sino variabilidad), como lo son la espina bífida, el Síndrome de Down, la microcefalia o el cáncer. Y a pesar de que una cosa es afirmar que características como inteligencia, capacidad pulmonar y cardiaca y visión 20/20 son ventajosas en la mayoría de las ciudades modernas otra cosa es volverlas obligatorias para la población por medio de políticas eugenésicas.

Debido a que en ambientes cambiantes e inestables no es claro que variación sería la triunfadora, del inmenso repertorio de la naturaleza, ciertos grupos humanos han afirmado que no debe intervenirse directamente en los genes. Esto ha hecho que comunidades religiosas y políticas condenen a la experimentación con células madre, la ingeniería genética, el aborto o la eutanasia como hechos eugenésicos por sí mismos, independientemente de otras consideraciones, ya que propenden por un tipo de vida en particular. Parecen olvidar que fueron muchas de las creencias no laicas las que establecieron rígidos estilos de vida que desembocaron en violentos enfrentamientos que terminaron por eliminar a buena parte de otras razas en pos de la fe y la igualdad.

Tanto para creyentes religiosos como ideológicos, la aplicación de este tipo de prácticas experimentales, en las que esta de por medio la vida, como el caso del trabajo con embriones humanos, es considerada una forma de alterar los designios divinos o los derechos a la igualdad.  Al respecto el psicólogo evolucionista de la Universidad de Harvard, Steven Pinker, afirma: «es una opinión ortodoxa entre los académicos de izquierda que manipular los genes implica un genocidio». A esta discusión subyace más que un tema científico, un tema de valores personales y culturales sobre lo que se considera un ser humano y sujeto de derechos, discusión válida pero no concluyente ni vinculante en términos morales para los demás miembros de un Estado.

En el caso del aborto, las posiciones son filosóficamente diferentes pero igualmente sustentadas y van desde considerar la interrupción del embarazo o la concepción como un acto reprobable, hasta considerar la vida de un recién nacido como incompleta y por lo tanto moralmente aceptable que se prescinda de ella en caso de desearlo. Así lo exponen en un reciente articulo de la edición de febrero de 2012 del Journal of Medical Ethics, dos científicos ingleses. Una muestra más de que el conflicto entre absolutismo monárquico y liberalismo que dio a luz el concepto de Estado en el siglo XIX, sigue vivo en el siglo XXI.

Llevando este tipo de argumentos ideológicos al límite, también podrían verse ciertas membresías sociales como formas indirectas de eugenesia,  ya no a través de políticas públicas sino también a través de políticas privadas al imponer restricciones de acceso a clubes, colegios y universidades, que convocan solo a ciertos grupos sociales y dejan sin acceso efectivo a las clases bajas que no pueden pertenecer a estos espacios en donde podrían encontrar posibles parejas sexuales y no tienen acceso a mejores estímulos ambientales y culturales, fundamentales también para el desarrollo del genoma.

El modelo del hombre rico enamorado de la empleada o el jefe de la subalterna parece vender bien raitings para telenovelas pero no adecuarse mucho a la realidad estadística. Sin acceso efectivo a alimentación, educación y estímulos se reducen significativamente las posibilidades de combinar los genes con parejas inteligentes y  pierden capacidad de desarrollo las aptitudes. Cuando se habla de una conducta con base genética, debe entendérsele además como que lo genético ejerce su acción a través de un relieve epigenético que sumado al entorno estimula la emergencia y maduración de las condiciones innatas. Las fuerzas del genoma no son definitivas como lo plantea el determinismo genético, bien lo dice Jorge Wagensberg: «Lo escrito en los genes no es un texto sagrado, se puede cambiar, arreglar, burlar…».

Tanto para los eugenesistas como para los sociobiólogos, la inteligencia es hereditaria pero la eugenesia ha considerado solo una parte de la ecuación postulando que es imperativo la intervención directa del estado por medio de políticas que estimulen el mejoramiento de la especie, mientras que para los sociobiólogos, afectos a la teoría del caos, la propia sociedad descubre intuitivamente el problema de la disgenesia (lo opuesto a la eugenesia), haciendo que generalmente se busque una pareja con características, gustos y expectativas afines, por puro gusto, sin necesidad de que se pongan en práctica políticas eugenésicas.

La idea de un estado omnipresente, que establece lo bueno y lo malo para sus habitantes es preocupante y peligrosa, por más útil y efectiva que pueda ser, pues se corren altísimos riesgos de poner al servicio de la ideología, simples interpretaciones de los modelos científicos, cuya finalidad no es otra que buscar explicaciones sobre la regularidad de los fenómenos naturales con el fin de predecirlos cada vez mejor. Prohibir el alcohol, el cigarrillo, las drogas, el aborto o el matrimonio entre personas con coeficiente intelectual disímil o del mismo sexo, lleva consigo el germen de un mismo ideal antiliberal que considera que es posible un criterio inmutable de la verdad y que esta debe ser impuesta a todos los ciudadanos «por su propio bien», sin considerar que los propios ciudadanos pueden ser más inteligentes que el Estado, que éstos pueden pensar diferente, o que lo que hoy es un paradigma científico, mañana puede ser una evidente falacia.

BIBLIOGRAFÍA
DE ASÚA, JIMÉNEZ. Libertad de amar y derecho a morir. Ediciones Depalma, 1992
GALTÓN, Francis. Herencia y eugenesia. Alianza editorial, 1988.
PINKER, Steven. La tabla raza y el buen salvaje. Paidós, 2005.
VÉLEZ, Antonio. Homo Sapiens. Villegas Editores, 2006
GARCÍA, Luis. Genealogía del cuerpo argentino. http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/fanlo64.pdf. 2009
Journal of Medical Ethics http://jme.bmj.com/search?fulltext=Abortion&submit=yes&x=0&y=0

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