Regulación emocional Vs Conciencia de las Emociones

Por qué la conciencia es clave

Por: Eve Ekman

Regulación de las emociones

La regulación de las emociones es un término común en el campo de la psicología al que en realidad tengo cierta resistencia. Creo que usar ese término a veces puede aplanar la profundidad de lo que aprender sobre nuestras emociones realmente puede ofrecernos. Al pensar en las emociones en términos de regulación, a veces podemos quedar atrapados simplificando demasiado y pensando para nosotros mismos: «Voy a regular a la baja la baja de lo que se siente mal, y voy a regular lo que se siente bien». Si bien la regulación de las emociones puede ser una habilidad importante, creo que es solo un aspecto de la práctica más amplia que pienso como «conciencia emocional».

Capas de conciencia emocional

El concepto de «conciencia emocional» va más allá de simplemente regular nuestros sentimientos; implica comprender las emociones a un nivel más profundo, reconocer cómo actuamos en el mundo, identificar desencadenantes emocionales y explorar las capas de emociones que incluyen nuestras experiencias, percepciones y creencias pasadas. Muchas de nuestras respuestas emocionales en el momento presente traen aspectos de nuestras experiencias pasadas, percepciones y creencias sobre el mundo y sobre nosotros mismos.

A través de prácticas contemplativas como la atención plena y la meditación, aprendemos que nuestras emociones, al igual que nuestros pensamientos, son multifactoriales e influenciadas por varios factores internos y externos. Están hechos de muchas entradas. Si piensas en un ejemplo como sentarse junto a una ventana y leer un libro, nuestra atención puede bailar entre las palabras de la página, las vistas y los sonidos del mundo exterior, o tal vez surja un recuerdo o empezamos a pensar en lo que puede suceder a continuación. Con cada una de estas entradas, podemos notar fluctuaciones en nuestra experiencia emocional. Tal vez la historia del libro sea triste, el sonido de los pájaros afuera es pacífico y sentimos cierta aprensión sobre lo que vendrá más tarde en el día. Nuestras emociones no son solo una nota y solo son desencadenadas por lo que está inmediatamente frente a nosotros. Hay muchos más matices y complejidad. Creo que la práctica contemplativa de desarrollar la atención plena de nuestras emociones puede ayudarnos a apreciar y comprender esto más profundamente.

Por otro lado, si solo nos preocupa regular a la baja lo que se siente «malo» y a lo que se siente «bueno», podemos perder la pista del hecho de que hay más que nuestra experiencia momentánea de emoción que juega en nuestra conciencia general y bienestar emocional. Hay tanta información rica sobre nuestro pasado que aprendemos a través de nuestros desencadenantes y reacciones emocionales presentes. Me parece un cambio de perspectiva empoderador pasar de tratar de disminuir o extinguir nuestras emociones desafiantes, a sentir curiosidad por lo que podemos aprender de toda nuestra gama de emociones.

Conciencia emocional en la práctica

Desarrollar la conciencia emocional es algo que requiere tiempo y práctica y que podemos seguir construyendo a lo largo de nuestras vidas. Hay muchas maneras de hacer esto. Para algunas personas, puede ser parte de su práctica de meditación, una práctica de diario o incluso parte de una práctica de arte.

Esta exploración de la regulación emocional frente a la concienciación se convirtió en un tema clave en los diálogos de mi padre con el Dalai Lama, enfatizando la importancia de cultivar el equilibrio emocional, una práctica central para nuestro programa de entrenamiento secular. Como entrenadora principal, me apasiona expandir estas enseñanzas a nivel mundial.

Publicado originalmente en inglés en: Paul Ekman Group

«Los humanos no somos los únicos seres con emociones»: Jane Goodall


La voz suave de Jane Goodall, la célebre investigadora británica, no se altera ni cuando denuncia la «barbarie» que supone la experimentación con animales, ni cuando raya la poesía para recordarnos que «los humanos no somos los únicos seres con emociones».

La doctora Goodall, famosa por sus descubrimientos sobre el comportamiento de los chimpancés en la reserva de Gombe (Tanzania), sólo levanta la voz cuando entona un rítmico canto onomatopéyico similar a un «u,u,u» a modo de un saludo simiesco con el que inicia su intervención celebrada hoy en el Parlamento Europeo, en Bruselas.

Lo hace con la naturalidad ganada tras cincuenta años observando de cerca a estos primates, su mejor credencial por delante incluso de los numerosos reconocimientos internacionales que ha recibido, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de Investigación 2003.

Desde su experiencia, Goodall está decidida a hacer reflexionar, no sólo a la comunidad científica, sino también a la gente ordinaria sobre cuestiones como la superpoblación, la conservación del medio ambiente o el maltrato animal.

«Veinte años atrás, había muchos experimentos con animales que los investigadores decían ‘tenemos que hacer por la salud de los humanos’, pero durante estos años se han descubierto muchas alternativas», asevera.

A sus 76 años, Goodall no sólo se muestra reivindicativa, sino que también conmueve a la audiencia de la conferencia que ofrece en el corazón de Europa, más de 340 niños y jóvenes de 27 nacionalidades distintas.

Esta visita es una más de la gira mundial que está realizando para celebrar el mencionado aniversario y concienciar sobre la necesidad de conservar el medio ambiente, que también la ha llevado por España, donde visitó a principios de mes Madrid, Sevilla y San Sebastián.

Goodall ama a sus chimpancés, tanto por su actividad intelectual «tremenda» que les permite aprender y emplear la lengua de signos o resolver algunos problemas de lógica, como por ese «lado oscuro» que, como las personas, también encierran en sí mismos.

«Los humanos no somos los únicos con personalidad» reivindica Goodall, quien garantiza que cada mono es distinto y único y subraya que los sentimientos no son monopolio del ser humano.

Los niños no pierden una sola de las palabras de la británica, salvo cuando toman fotos de la oradora o aplauden sus intervenciones con alegría, agradeciendo las palabras inspiradoras que la doctora les dedica: «es increíble lo que estáis haciendo, estáis cambiando el mundo».

Los más entusiastas agitan muñecos de monitos que han traído consigo al encuentro, quizás para que conocieran en persona a su más famosa defensora.

La doctora aprovecha la ocasión para hacer un llamamiento a cada individuo, a cada ciudadano, a tomar conciencia del impacto que tiene sobre el medio ambiente y asumir esta cuestión como propia y no relegarla a los gobiernos u otras organizaciones.

«Cada día que vivimos, tenemos un impacto ¿Cuál va a ser el tuyo?», pregunta la doctora.

Jane Goodall lo tuvo claro: un buen día de 1960, una joven británica de 26 años decidió marcharse a África, sola y sin ningún conocimiento previo, para internarse en la selva y acercarse a los chimpancés, para experimentar de primera mano lo que era la vida de estos primates.

«¿Cómo se siente en la selva?», «¿Qué hace si ve una serpiente?», «¿Desde cuándo quiere tanto a los animales?» son algunas de las preguntas que la sala dirige a la británica para tratar de escudriñar en la apasionante vida de una mujer que confiesa que a los diez años se enamoró de Tarzán y que tenía celos de «esa otra estúpida Jane» con quien estaba casado.

Goodall responde, como suele, con mensajes serios que invitaban a la reflexión y que hacen especial hincapié en la necesidad de que cada uno contribuya en su día a día a cambiar las cosas.

¿Y de qué tiene miedo una mujer que ha dormido cinco décadas en la selva? ¿Le asustan más las personas o los animales? «Las personas, definitivamente las personas; los chimpancés o los elefantes pueden ser peligrosos, pero la guerra y la violencia… ese tipo de cosas me asustan más».

Fuente: Bruselas, 22 nov (EFE).

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