La evolución de la vida y la mente

El pasado jueves 12 de febrero celebramos 200 años del natalicio del naturalista inglés Charles Darwin, cuya teoría de la evolución de las especies cambió para siempre nuestra concepción sobre el camino que ha recorrido la vida en el planeta. Ya nuestros antepasados habían intuido que algo así sucedía al seleccionar sus mejores animales o plantas para domesticarlos y cultivarlos, pero fue Darwin, y de forma casi simultánea e independiente Alfred Russell Wallace, quienes evidenciaron y sistematizaron este proceso.

En pocas palabras, lo que postularon Darwin y Russell Wallace fue que todas las especies vivas de la tierra han evolucionado a través del tiempo partiendo de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural. Este proceso funciona a partir de dos grandes fuerzas que se complementan. Una interna que genera variabilidad, es decir, multiplicidad de organismos, y otra externa que genera presión ambiental sobre estos organismos, seleccionando en el largo plazo a aquellos que posean una mayor eficacia reproductiva.

De ese mismo modo se debieron seleccionar ciertos repertorios, comportamientos y formas de interpretar el mundo que resultaron mas eficaces para adaptarse al medio o nicho ecológico y reproducirse exitosamente en él. Así que no es gratuito que pensemos como pensamos y que actuemos como actuamos,. En realidad, una parte muy importante de las decisiones que tomamos todos los días, no sólo nosotros sino también otros animales, está guiada por algoritmos cerebrales de origen primitivo.

A algunos les molesta o consideran inadecuada esta comparación permanente del hombre con la animalidad, otros incluso la consideran una herejía, pero lo cierto es que actualmente no se han encontrado pruebas fehacientes que refuten los postulados básicos darwinistas. Así lo afirma Héctor Abad Faciolince en la edición 1288 de la revista Semana: “De las tres grandes especulaciones científicas del siglo XIX –el marxismo en economía, el Freudismo en sicología y el darwinismo en biología- solamente sigue en pie (y cada vez con más comprobaciones y prestigio) la teoría de la evolución de Darwin. Se la ha aplicado con éxito a muchísimas especies vivas, y sin ella no se entenderían ni las variaciones del genoma ni la supervivencia de las secuoyas ni la trompa de los elefantes. Pero por lo menos hasta la segunda mitad del siglo pasado se vio siempre como una herejía inadmisible el intento de aplicarla también para la comprensión de los motivos más hondos de la mente y la sicología humanas”.

Así entonces, el modelo darwiniano de la evolución vuelve hoy, a 200 años del natalicio de Darwin, a las ciencias humanas después de un largo período de olvido en el que se creían ya agotadas sus explicaciones e implicaciones, para aportarnos un nuevo punto de vista sobre el hombre y su mente, ya no desde la especulación hipotética sino desde la comprobación empírica y deductiva. Las ideas y el pensamiento, también continúan evolucionando.

Memorias inducidas

Por: Antonio Vélez

Daniel Schacter, sicólogo de Harvard, clasifica las fallas de la memoria en siete categorías básicas, o como los llama él, los siete pecados capitales de la memoria: fragilidad, distracción, bloqueo, sesgos, proclividad a la sugestión, atribución errónea y persistencia indeseada. Los tres primeros son pecados de omisión: fallamos al tratar de acordamos de un suceso, un nombre o un hecho; los tres siguientes son de comisión: tenemos un recuerdo almacenado, pero no es correcto; el último es de antiomisión: contra toda nuestra voluntad, no podemos borrar de la mente el recuerdo.

La fragilidad es la esencia de la memoria: se refiere al debilitamiento de los recuerdos, o aun pérdida total, a medida que transcurre el tiempo. Las fallas de memoria por distracción, como objetos extraviados o una cita que se olvida, se producen más de una vez porque algo nos ocupa por un momento la atención. Los bloqueos son frecuentes: intentamos marcar con suma urgencia un número telefónico muy conocido, pero la mente se bloquea y el recuerdo nos juega escondites.

En el ámbito judicial, las fallas más peligrosas de la memoria son las de comisión: sesgos, proclividad a la sugestión y atribución errónea. El pecado de los sesgos o propensiones alude a influencias internas que distorsionan los recuerdos: nuestros conocimientos y creencias actuales afectan notablemente nuestro banco de memorias, de tal manera que tendemos a corregir el recuerdo de las experiencias pasadas, a la luz de lo que sabemos o creemos en la actualidad.

La proclividad a la sugestión se refiere a recuerdos falsos implantados por medio de preguntas, observaciones o sugerencias inductivas, formuladas cuando una persona intenta recordar una experiencia pasada. Tenemos tendencia a incorporar en los recuerdos personales información procedente de fuentes externas, como versiones escuchadas a otras personas, imágenes presenciadas, material escrito o lo observado a través de los medios de comunicación.

Algo que un juez idóneo debe tener en cuenta es que la forma cómo se hacen las preguntas puede contribuir a que los testigos oculares hagan identificaciones erróneas. Se ha demostrado que los procedimientos sugestivos pueden favorecer la formación de recuerdos falsos. Por ejemplo, las entrevistas agresivas a niños a veces se traducen en memorias distorsionas de supuestos abusos sexuales a cargo de profesores u otros adultos, incluidos lo padres. Los resultados han tenido repercusiones nefastas en los interrogatorios policiales, dado que los recuerdos de un suceso resultan alterados. En las llamadas entrevistas cognitivas se estimula la evocación de detalles que quizás al principio no se recordaban, a fin de que el testigo recupere mentalmente el contexto o escenario verdadero en que se produjo el suceso. Pero la experiencia ha demostrado que en ocasiones puede llegarse a extremos indeseados, lejos del propósito que se busca. La sugestionabilidad sigue siendo una preocupante vulnerabilidad de la memoria, especialmente en los niños.

El pecado de atribución errónea, común por cierto, consiste en asignar un recuerdo a una fuente equivocada, o confundir un sueño con la realidad, o recordar incorrectamente. Las consecuencias más lamentables se presentan en el ámbito legal: el testigo recuerda hechos que no ocurrieron, o que sí ocurrieron, pero fueron situados en lugares o momentos equivocados. El término acronogénesis, que significa desorden de la secuencia temporal, se emplea para describir los errores de ubicación en el tiempo.

Debido a estas fallas de nuestra vulnerable memoria, en la cárcel, como en el manicomio, no están todos los que son ni son todos los que están.

Fuente: Ámbito Jurídico

El origen del orgasmo

La sensación más placentera que sufre nuestro organismo se remonta millones de años atrás en busca de la propagación de los genes. El que experimentemos ese majestuoso estímulo nervioso es básicamente la manera en que la vida se mercadea a sí misma recompensando a aquellos que la propagan o, al menos, que simulan hacerlo.

Sirva aclarar que mi intención con esta articulo no es la de desentrañar misterios de tipo emocional o afectivo sobre la excitación y sus confines pues el abordaje de estos aspectos tiene casi tantas facetas como seres humanos que las padecen. Bástenos en este caso con decir que nuestra percepción es atravezada por experiencias y expectativas subjetivas que alteran nuestra vivencia que se originan en un sistema nervioso que a todos nos es común.

De hecho para ser francos los organismos con reproducción sexual no necesitan del orgasmo para reproducirse. Un simple ejemplo son las plantas. Incluso este estímulo esta ausente en algunas especies animales aunque si pueden rastrearse sus vestigios en casi todos los mamíferos. En el caso de las mujeres sucede algo muy particular y es que el orgasmo aparece en promedio en uno de cada dos encuentros sexuales, con lo cual se hace evidente que tampoco precisamos como especie del orgasmo para reproducirnos.

¿Por qué entonces el orgasmo? Tal vez la respuesta tenga una razón similar a la del hambre: no es necesaria para comer pero puede ayudar. El orgasmo estimula el encuentro sexual entre nosotros y en esa medida es adaptativo para la supervivencia de la especie. En el caso de las hembras pareciera más un subproducto embrionario del orgasmo masculino que una adquisición evolutiva reciente. La discusión permanece pero el asunto es que existe y ha resistido el paso del tiempo.

Es tal la importancia de la reproducción para la naturaleza que algunas especies han desarrollado mecanismos especiales como los cierres genitales y la ovulación inducida para tratar de garantizar la fecundación (Ej: Perros la primera y gatos la segunda). En el caso del Homo sapiens no hay tales pero es común que el hombre tenga mayor facilidad para alcanzar el orgasmo pues si fuese la mujer la que tuviera esta ventaja posiblemente no abria fecundación ante la súbita perdida de interés de ella por el acto, tal como lo afirman Lynn Margullis y Dorion Sagan en su libro Danza misteriosa.